26/10/12
Fuente: La Guerrilla Culinaria.
A las personas nos tienta caer en la repetición. Sea por costumbre, por esa memoria selectiva mediocre que nos lleva a sólo reconocer lo bueno, o porque es mejor malo conocido que nuevo por conquistar, siempre buscamos piedras parecidas para tropezarnos.
Sea con las parejas, o con los vinos.
Un día me llegó un mail con una invitación a una cata vertical de los vinos Henry Gran Guarda de la Bodega Lagarde. Un día fui feliz. Conste en acta.
¿Qué es una cata vertical? … Probar (y disfrutar) de un vino específico pero de añadas distintas.
Algunas bodegas manejan vinos con la misma proporción de uvas (en los blends) y otros, como Lagarde, fueron variando las proporciones pero con la idea de mantener el mismo concepto del vino.

Entre notas de cata, charlas del enólogo Juan Roby, comentarios que van y vienen, de repente tuve esa epifanía para hacer una asociación magnífica entre mi vida, los vinos que me gustan, y el porqué de repetir.
Resulta que tengo un detector muy afinado de fechas. Sólo tomando en cuenta que mis últimas dos ex-novias cumplían el mismo día (¡Sí! ¡El 11 de Octubre!) ya empecé a notar que capto un esquema, una estructura. A eso hay que sumarle que suelo conocer gente que cumple años en esa fecha con un desvío estándar de 3 días. Sí. El esquema. Hago malabares con las piedras.
Sin embargo, todas fueron distintas.
Uno capta un esquema básico que le resulta atractivo, por el motivo que sea, y después va conociendo las diferentes variantes que nos ofrece cada persona, o cada vino.
En este caso, los vinos que probé, entraban en esta descripción; puedo atribuirle un vino a cada ex amor que tuve pero estos detalles quedarán solo en mi mente. Cincuenta pesos refrescarían mi memoria. Ténganlo en cuenta.

Que me hayan invitado a degustar los vinos ícono de la bodega Lagarde es un sueño hecho alcohol. Tanto esta bodega como Cavas de Weinert son las dos bodegas de elaboración de vinos que tienen un giro muy diferente a los productos que hoy estamos consiguiendo tanto en góndola como en vinotecas.
Lo bueno de estos vinos es que están vivos. Crecen, evolucionan y envejecen. Como nosotros. Como mis ex-novias (?)
Acá nos topamos con 5 vinos que mantenían un mismo esquema, aunque tenían muchas variantes respecto a proporciones y cepas. El producto final, aunque diferente, seguía siendo Henry.

Después vino el 2006. Un vino glamoroso, homosexual, delicado, sofisticado. Y antes de que salten con las frases de «vos discriminás» y toda esa perorata (?) les cuento que se suele usar la definición de maricón (entre los borrachos que tomamos) para los vinos que tienen ese conjunto de características enmarcadas por la delicadeza, la suavidad y el erotismo fino que pocos hombres heterosexuales tienen. Sin dudas el Henry 2006 es un vino que está en su esplendor y que tiene que se tomado ahora, por gente que sepa disfrutar de algo aterciopelado, con mucha fruta fresca que se va convirtiendo en confitada con el paso de los minutos. Hacele probar este vino a 10 mujeres. Quedate con la que gima mientras lo toma. Esa es la elegida.

El Henry 2008 tenía mucha fuerza y todavía le faltaba tiempo de descanso. Mucha fruta, muy buena acidez, un vino que está para guardar y ver qué es lo que otorga con el paso del tiempo. Por ahora lo tendría en la cava, guardadito, esperándolo por lo menos 2 o 3 años.

Yo voy por el 2005 y el 2009, porque el 2007 ya lo tengo. No es cábala, pero los impares ganaron.
Lo lindo de repetir el esquema es encontrar los detalles que nos diferencian de los demás…
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